¿CRISTIANOFOBIA?


“Ten mucho cuidado” me recomendaba el bienintencionado autor de aquel correo electrónico que acababa de abrir después de varios días desconectado, “se ha montado un escándalo tremendo con el asunto de wikileaks. No estás en el mejor lugar para los occidentales. Las agencias de prensa advierten de que crece la indignación entre los musulmanes. Te has metido en el epicentro de una ola de cristianofobia”. Cerré la página web y miré en derredor. Los abundantes usuarios de aquel ciber café en pleno Kurdistán iraquí no me prestaban la más mínima atención, enfrascados como estaban en sus videojuegos. ¿Wiki qué?, me pregunté extrañado. 

Salí al exterior. La populosa ciudad de Erbil hervía de actividad. Un grupo de curiosos rodeaba mi motocicleta con matrícula española. Uno de ellos se había subido para que le fotografiasen; el resto aguardaba pacientemente su turno. A ninguno parecía importarle lo más mínimo que del retrovisor colgara un sencillo crucifijo ni que en un lateral llevara la pegatina de una silueta de pez, esquemático símbolo por el cual se reconocían los primeros seguidores de Cristo durante las persecuciones romanas. Con tan visibles muestras de mi fe, había atravesado Oriente Medio sin el más mínimo contratiempo. Ningún musulmán de los muchos con los que me relacioné me comentó nada sobre algo llamado wikileaks. 

Esta anécdota me sirve para situar las noticias que habitualmente nos llegan de Oriente. Noticias que en Occidente son magnificadas en un afán sensacionalista que a la larga resultará nocivo para todos nosotros, cristianos, musulmanes, ateos o agnósticos. La realidad del mundo no es ese terrible desastre, ese cenagal de odio que nos cuentan. El mundo es un lugar mucho más acogedor. No existe en el planeta de la gente real una ola de cristianofobia o antioccidentalismo. No debería pues alentarse una réplica islamofoba, construida sobre exageraciones o medias verdades. 

¿Quién soy yo para afirmar semejante cosa? Desde luego no soy filósofo, ni catedrático, ni pertenezco a un think tank que evalúe tendencias sociales. Sólo soy un viajero. Viajo solo. Viajo en moto. Viajo desnudo y sin guardaespaldas ni guías. Pero confío en que el ser humano que voy a encontrar en la siguiente curva no será el monstruo con el que me quieren atemorizar desde algunos estrados y tribunas. Hablo desde la sencilla experiencia de quien en sus muchos kilómetros recorridos ha encontrado muchos más ángeles que demonios. La gente es decente en todas partes. 

No siempre aterrizo de pie en mis aventuras. He sufrido accidentes, robos y extorsiones. También viví de cerca el miedo a un secuestro en Mauritania. ¿Cristianofobia? ¿Odio al occidental? No, sencillamente una implacable lógica económica. Si la piel europea se cotiza al alza, es de cajón que aumenten los cazadores. Cinco millones de dólares es una cifra inimaginable en una de las regiones más pobres del planeta.

Claro que hay crimen, violencia y conflicto, pero eso no es en absoluto la norma general, ni siquiera es la excepción. Es la excepción de la excepción. Sin embargo, cuando se enfoca el mal con una cámara, solo el mal llena el objetivo. Cuando cuatro memos se juntan a quemar una bandera, siempre hay un periodista para sacar una foto. Nadie ve la cotidiana calma que discurre inalterada detrás de la exaltada escena. Eso que nos enseñan no es la realidad, pero sirve bien para asustarnos, para hacernos pensar que más allá está siempre el enemigo.

Soy cristiano y confío en el musulmán allá donde se encuentre. Confío en el hombre sencillo que trabaja para sacar adelante a su familia. El hombre que me ofrece un té, comida e incluso habitación cuando me ve cansado. El que me pregunta por mi viaje, examina mi moto y conviene conmigo en que sólo hay un Dios. Ese es un hombre de paz. Es un buen hombre. El mundo está lleno de ellos.

Es de justicia reconocer que ser cristiano hoy en Irak es una prueba de carácter, que quienes mantienen esa fe en Oriente Medio sostienen también unos valores de igualdad y libertad que nos son comunes. Hay que defenderlos, apoyarles, hacerles saber que no están solos. Es de justicia pedir a los gobiernos europeos que se impliquen y a los locales que se esfuercen más en su protección y tutela. Pero no porque sean cristianos, sino porque seres humanos, porque son una minoría amenazada y porque hoy están muy asustados. Pero el mejor modo de ayudarles que como simples ciudadanos tenemos es no dejando que nos asusten a nosotros con encuadres desencajados de una realidad parcial.

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Un pensamiento en “¿CRISTIANOFOBIA?

  1. Gracias por este comentario, Miquel. El ser humano es un misterio, desde luego, y sus formas de organizarse, otro. Saludos, José María Sanz

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