DIARIO DE UNA DISTOPIA REAL.5


SIN NOTICIAS DE LA VERDAD Y DEMASIADO VIEJO PARA LA GUERRA

La primera víctima en la guerra es la verdad. Estamos en una nueva fase de la desinformación. Primero fue la consigna de la tranquilidad propagada desde los medios presuntamente serios, ya sabéis (y espero que lo recordéis siempre), eso de «Corre más el alarmismo que los datos» o que esto es una simple gripe o vámonos todas y todos a la manifestación, que mata más el machismo que el coronavirus. Son frases gafes y fatídicas que deberían pasar a los libros de texto de la carrera de periodismo y quedar grabadas en el epitafio de los reporteros que las pronunciaron. Lo siento por Lorenzo Milá, porque aunque el tipo no era muy bueno en lo suyo por lo menos era simpático, y su cobertura desde Italia probablemente le persiga el resto de su carrera. Un puñetero borrón que empañará toda una trayectoria de progresismo sin estridencias. La verdadera virtud de Milá hasta ahora había sido pertenecer a la tribu progresista pero sutilmente, sin dar mucho la nota. Hasta ahora. De hecho, vaticino que pronto se dirá «hacerse un Milá» cada vez que un periodista subestime una gran catástrofe. O «No me seas Milá» para aquellos que al borde del precipicio inviten a otros a subirse al grito de «Vamos, que no pasa nada».

Pero esa fase pasó y todos en los medios están en pánico, cacareando histéricos sin saber cuál es el mensaje que transmitir. Reconocer errores, eso nunca, pero tampoco saben si volver a seguir a ciegas las consignas del Gobierno no vaya a ser que se estrellen otra vez contra la atroz realidad y ya su sumisión cante tanto que no se pueda disimular. Así que en los medios se lee una de crítica cal y otra de propaganda arena oficial. Pero casi todo es vacío envasado, carente de información real, de algo sólido a lo que agarrarse. Todo son especulaciones inconcretas al margen de los llamados a la calma, que dan mucho miedo y poca calma. El resto es lo de siempre. En los periódicos solo aparece lo que es fácil de conseguir porque te lo suministra el poder: información sobre ministros, gobiernos, decretos. Y también lo otro de siempre, el corta pega de periódicos extranjeros mal traducidos. Estamos en guerra pero parece que no hay enviados especiales a los hospitales, ni empotrados en el Ejército que vean lo que realmente están haciendo, que nos cuenten lo que realmente sucede más allá de nuestras puertas. Es todo periodismo desde casa vía skype o tertulianos parloteando con la misma ignorancia que cuando nos decían que no habría contagios masivos, o sea, no es periodismo.

Lo peor es que ante el vacío informativo y la necesidad imperiosa de saber qué está pasando, nos alimentamos de tremendistas bulos por whatsup, de fotos trucadas, de vídeos cortados, de audios sin firma. Hay sobrecarga de información basura. Necesitamos luz para saber lo que sucede y mantener la moral alta, la moral de victoria que empieza a tambalearse después de menos de una semana de confinamiento. Sabemos que las primeras filas de combatientes están cayendo, que médicos, enfermeras, policías o cajeras enferman y que se acaba el reemplazo. Ellos son los que hacen de parapeto del virus para proteger a la retaguardia, a nosotros, acojonados padres de familia con falta de huevos y edad para ofrecernos voluntarios en la batalla. Está claro que no doy la talla. Esta es mi guerra, la que le tocaba a mi generación, y me ha pillado con cincuenta tacos y dos hijos pequeños. Pensaba, iluso de mí, que tal vez yo fuera la primera generación de españoles que se libraba de la guerra civil que le correspondía por derecho de nacimiento en este solar de cabezas que embisten.

Pues no, no me he librado, es solo que me ha pillado viejo, flojo de remos y con vista cansada. A los veinte o los treinta me habría apuntado al bombardeo, ofrecido como reservista a mi batería del Grupo de Artillería de la Brigada Paracaidista o como reponedor de supermercado cuando todos los demás hayan caído diezmados por manipular envases plásticos contaminados. Las guerras son para los jóvenes, valientes e insensatos. ¿Pero a dónde voy yo ahora con cincuenta palos y pánico a dejar sin colegio bilingüe a mis dos retoños? Estoy condenado a ser temblona retaguardia y encima, por mucho que pegue mi oreja al transistor, sin saber qué está pasando en realidad, sin poder conocer las fuerzas exactas con las que contamos para la batalla. ¿Cuántos médicos sanos quedan, cuándo llegarán los refuerzos de respiradores, mascarillas y bolsas herméticas para cadáveres? ¿Hasta cuándo podrá resistir nuestra línea Maginot? ¿Acaso Pedro Sánchez maneja divisiones fantasmas como hacía Hitler desde el buker? ¿Conoce siquiera él la puta verdad de lo que pasa o sus asesores le cuentan mentiras para mantenerle hidratado y terso de rostro? Imposible saber nada. Más allá del próximo pago de la liquidación del IVA por lo que facturé el trimestre pasado, y alegremente gasté sin pensar que el Apocalipsis estaba llamando a la puerta, no diviso más que la espesa tiniebla que cubre la laguna Estigia.

Vaya, otra vez sin tiempo para hablaros de mi recuerdo de la Capilla Sixtina. Tal vez mañana si la guerra sigue fuera.

Protéjanse

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4 pensamientos en “DIARIO DE UNA DISTOPIA REAL.5

  1. Juan Antonio

    Y que me dices del discurso que se a marcado el presidente, ahira resulta que las FFCCSS eramos un gasto superfluo, nos hemos quedado a cuadros. Valiente sinverguenza, no digo que le haya tocado una papeleta facil, pero que no lo han hecho bien desde el principio es verdad.

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    • Miguel Galán

      Siempre he pensado que es más fácil convencer al rebaño de hacia donde debe ir, que tiene que vestir, beber, comer e incluso opinar, antes que al individuo, ya que en nuestra individualidad somos mucho más rebeldes y difíciles de convencer.
      El periosmo busca sensacionalismo y carnaza fácil de masticar para los españolitos de a pie. Al fin y al cabo cuanto más tiempo pasemos delante de sus pantallas, más provechoso para ellos y más adoctrinados nos tendrán.

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  2. Pingback: CORONAVIRUS: INFORMACIÓN PARA VIAJAR (O MEJOR QUEDARTE EN CASA) [3] | Viatges pel Món

  3. Carmelo Cotón

    Whatsapp mensajes sin firma: terreno abonado para los trolls. Nada es lo que parece. La era de la información, y la desinformación. La guerra contra el virus, y la de la opinión y la manipulación. Puedes elegir guerra! Ninguna es con bayoneta, ahora se lucha con neuronas. Deberíamos tener todos las mismas armas, más o menos.
    pd. pobre Milá 😀

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